Era una niña, y estaba sola.
Internamente sola.
Físicamente, tu altura sobresaliente de mí me daba seguridad
ante las miradas, ante mi corazón desnutrido, artefacto helado y nunca pulido.
Y querías traerme flores,
me clavaste flores,
me pudriste flores,
arrancaste mis flores.
¿Dónde estás ahora? Ajeno al ruido tras de tí – un grito sordo ahogado en salas
con luces halógenas-
Ni si quiera te has ido, por eso no te veo, porque sigues en mi piel y en mi boca,
haciendo burla de la herida,
con tus flores,
flores robadas,
flores rotas.